Una marea espesa y
gélida te arrastra.
Te arrastra a las profundidades y simultáneamente al fondo.
Mientras sucede no pensás en nada. No pensás en que vas a ahogarte.
No hay destellos lumínicos del porvenir. Tampoco fragmentos esfumados del pasado. No hay nada.
Simplemente el movimiento del mar incontenible e impredecible.
El horizonte se fusiona en una masa oscura con el océano.
De pronto ya no podés distinguir.
¿Estas flotando entre peces de colores o entre estrellas de fuego?
Nadar en el mar o en el cielo nocturno, todo se vuelvo lo mismo.
Un suspiro final te recuerda lo vano e intrascendente.
Ese momento en el que descubrís que la esencia del universo es soluble e infinita.
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