No hay dicha en esa manzana roja, lustrosa, hinchada por el orgullo de saberse fruto y promesa
No hay dicha; ahora yace putrefacta en el fondo de una frutera.
Manchas marrones repartidas aleatoriamente conjuran el presagio de un destino inexorable. Manzana presionada violentamente por la ignominia del tiempo, reducida ahora a su esencia arenosa, reacia e infame
Nadie advirtió que en un rincón de la frutera esperaba ser vista.
Una mano la sostendría firmemente, hincaría sus dientes con fuerza y dejaría una marca que atestigüe que ella no fue simplemente un vaticinio fugaz
Su jugo transparente y tibio se escurría por unos labios exultantes de deseo y lujuria
Ahora:
Reposa cautiva. No se pregunta, es manzana; producto de la contingencia y el azar.
Perece inconmovible, estoica; fruto, manzana, promesa y vaticinio