sábado, 6 de mayo de 2017


Me dolió mucho sin una razón específica. En realidad no la había. Simplemente me dolió sin saber por qué.
Probablemente tenga que ver más con mí que con cualquier otra cosa.
El hecho es que proyectamos en los demás todo aquello que nos gustaría que fuesen. Todo lo que deseamos irremediablemente. En el deseo como decía Spinoza, estamos más en evidencia nosotros mismos que el objeto deseado en cuestión.
Así que esa especie de tensión que se condensaba por el aire, se transformó en niebla.
De repente ya no vi nada. Estaba confundida.
Las lágrimas eran inminentes.
¿Por qué lloraba? ¿Por él? No, si en realidad no lo conozco ¿Por la circunstancias, por lo acontecido?
No.
Probablemente lloraba por mí. Por el cansancio extenuante de repetir una experiencia que nunca resulta.
Algo de todo esto me interpela al punto tal en que ya no puedo reaccionar. Ya no se.
Ya no se nada. 

Mi autoestima otra vez arrastrada por el piso. ¿Cuál es el propósito de intentar?
Al fin y al cabo en este momento el deseo para la mayor parte de ellos pasa por una única cosa 
Lo sexual.
Seres sexuados, dotados de impulsos y de pulsiones.
Todo lo de más es indistinto.
¿Me horroriza?
Por supuesto que no
El problema es cuándo las pulsiones tienen más que ver con el órgano sexual que con el cerebro.
El otro se transforma en una entidad cosificada, vacía, penosa.
Me da un poco de lástima, si.
Las experiencias, incluso las amorosas, deben vivirse con cada fibra íntima del ser.
Deben vivirse a consciencia. Con una voluntad expresa de deseo hacia el otro. Ese otro que es irreemplazable. Que es significativo. Indispensable

Me da un poco de pena el amor en tiempos de posmodernidad.Todas esas redes sociales para mitigar la soledad. 
 Casualidades, circunstancias. 
Algoritmos, cálculos que buscan predecir quién puede ser ideal para nosotros.
¿Cómo es posible?
Ni si quiera yo sé que quiero, ni si quiera yo sé que busco.

Las experiencias humanas se transforman, se establecen y se proyectan entre PERSONAS.
En el mismo momento en que suceden, en el presente, en el espacio que hay entre
mi ser, y el ser de otro.
Así en este instante es cómo se debe plantear el amor.

No sé si lloraba por mí, quizás porque soy una idealista sin remedio. Quizás porque estoy convencida de lo que no quiero (todo aquello que hace que las experiencias parezcan anecdóticas).
Quizás lloraba por ser consciente que la tarea de búsqueda va a ser ardua (no creo que haya tantos que piensen como yo).
Quizás lloraba de pena al ver cómo todos nosotros, los jóvenes, buscamos atajos para satisfacer necesidades vitales que requieren tiempo, esfuerzo y compromiso.


No hay comentarios:

Publicar un comentario