sábado, 17 de junio de 2017





Desde que tengo uso de razón "ser diferente" a los demás se configuró como un capital invaluable en los distintos espacios en los que me movía.
Un poco por el mal de la clase media aspiracionista que suele soltar grandes diatribas sobre la importancia de perseverar y lograr lo propuesto.
Otro poco por mi condición de mujer. Porque si se es mujer y se tiene la suerte de nacer en una familia que apueste a tu educación en necesario (inevitable) retribuir con lo mejor de uno. 
Las mejores notas, trabajos elogiados por profesores, señales de aprobación y aliento, etc.

Más allá de ésto el mundo en que vivimos nos atrapa en un sin fin de discursos meritocráticos sobre la importancia de hacer algo, pero de hacerlo bien. La importancia de ser exitoso o tener reconocimiento.  Mejor aún. La importancia de SABERSE exitoso y reconocido.
Así cientos de miles de seres son engendrados bajo el ala paternalista del sistema que promete alentarnos por el intento y castigarnos por el fracaso.
En este sentido vengo a proponer una oda al fracaso y la inutilidad. 
Hacer algo porque sí. Incluso saberse el peor, saberse mediocre, corriente. 
Hacer algo lejos de todo campo de pretensiones inútiles.
En mi caso deconstruir el discurso de la "joven promesa-escritora exitosa" llevó mucho tiempo. Fue ese mismo discurso el que me arrastró a las sombras de la crisis creativa, que para cualquiera que guste de escribir sabrá la impotencia que genera.
Hace años ya dejé de pretender escribir bajo la mirada crítica de autores precedentes como Virginia Woolf, Kafka, Dostoievski, Joyce.
No quiero ser como ellos. No deseo ser un  talento trágico reconocido por un mundo de académicos o especialistas que se babeen con la magnificencia de mis oraciones bien entrelazadas.
Quiero escribir para otros desde la inutilidad académica o artística y desde la utilidad pragmática. Escribir para tomar contacto con otros. Para saberme con otros. No desde el reconocimiento sino desde la empatía. 
Escribir porque sí, desde el fracaso, desde el desacierto. Escribir cosas de las que me enorgullezca a pesar de que den vergüenza. Escribir algo que salga a las calles, las transite. Algo que llegue a alguien, que provoque algo. Escribir a conciencia desde mis muchas limitaciones pero desde la esperanza de que lo que digo  sea arrojado al mundo así sin más, que se despegue de mí y diga o no algo a alguien

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