lunes, 21 de agosto de 2017






No es que sea una cuestión de perspectiva. Simplemente es así.
Durante tanto tiempo tratando de buscar una razón fundante, originaria.
Una explicación ontológica que me permita tranquilizarme.
Nietszche decía que la tragedia y el mundo onírico, bello, apolíneo se complementan por excelencia.
En base a la tragedia es que podemos contemplar las razones por las que sí vale la pena vivir. Algo así como la necesidad imperiosa de crear un ser monstruoso, mítico para después replegarnos sobre nuestro propio auto consuelo.
La verdad es que esto nunca funcionó realmente para mí. Hay algo de la tragedia en-sí que me atrae.
Pero no por sucontraposición a una supuesta "voluntad de poder" o impulso de vivir.
La tragedia en-si.
No puedo explicarlo. No es que uno busque regodearse en su propio dolor. Simplemente me interesa.
Como un fenómeno científico que no se puede explicar y por tanto nos atrae (¿obsesiona?) irremediablemente.
Lo tragedia, el drama o más bien ese discurrir sombrío del mundo.
En una época en la que todos están arrojados a una búsqueda permanente de satisfacción instantánea, no puedo dejar de sentirme mal por no encontrar un motivo.
Algo que explique el sentido de la vida, el inicio o el fin de un ciclo. Algo que explique lo impredecible, lo que se transforma, lo que deviene, lo que transcurre.
Simplemente me angustia. Porque estamos arrojados así sin más.
El universo y el abismo que nos rodea me perturban porque los límites se vuelven más estrechos o quizás infinitos. Eso me angustia. Que en realidad no sé qué es lo que sucede.
De cualquier forma "Cogito ergo sum".
No sé absolutamente  nada, solo se que pienso. Pienso, por lo tanto existo.
Ojalá eso me vaste. Ojalá pueda encontrar más certezas que ésta.

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